LA SOLEDAD NO ES AUSENCIA

Hoy me he despertado y la cama estaba llena
de todas las cosas que ya no te puedo decir.

El eco de tu ausencia es tan fuerte
que no me deja ni castigarme 
repitiendo mis errores
en mi cabeza.

He aprendido a hablar con el silencio,
a descifrar sus pausas,
a encontrar en cada rincón vacío
la forma exacta de mi tristeza.

Ahora entiendo
que la soledad no es ausencia,
es tu presencia multiplicada.

LLUVIA

Tantos días deseando que saliera el sol

y hoy, sin una sola nube en el cielo,

ha sido el día más oscuro del año. 

SON TAN AMIGAS QUE SE ABRAZAN

La pena.
La pena y la culpa.
La pena, la culpa y la fragilidad.
La pena, la culpa, la fragilidad y la nostalgia.

Y detrás de ellas, en fila india, como si supiera que le toca esperar su turno, viene el cansancio.

Ese que no se quita durmiendo, que se te mete en los huesos aunque el cuerpo esté quieto.

Son tan amigas que se abrazan las unas a las otras y se entienden sin hablar.

La pena agarra fuerte a la culpa de la mano.

La culpa le susurra a la fragilidad que no va a aguantar tanto, que se romperá si no suelta un poco de peso.

La fragilidad crece con la nostalgia, que vive mirando al pasado como si hubiera algo que aún se pudiera recuperar.

Y así caminan todas juntas, haciendo ruido en los días de silencio, colándose en los pensamientos cuando crees que por fin te estás distrayendo.

No es que quieran hacer daño, es que no saben irse solas.

Se quedan hasta que les abres la puerta o hasta que la vida, de repente, decide echarlas con un soplido de bailes y felicidad.

Y tú has sido ese soplido para mí. 

Pero un soplido no deja de ser aire y como tal... te fuiste. Volviéndome a dejar con mis eternas compañeras de viaje.

Y ahora, con tu ausencia flotando en el aire, estas amigas han vuelto a colarse dentro de mi cama.

Y tienen intención de quedarse un tiempo. 

SIN EL AYER

No sé cómo se rompen las cosas sin hacer ruido
ni cómo se abandona un hogar sin que la puerta al cerrarse,
destroce todos cristales de las ventanas.

No sé cómo se apagan las luces sin que las sombras se queden a mirar
ni cómo borrar de las manos vacías las huellas de todo lo que ya no está.

No sé cómo recoger los pedazos sin cortarme,
ni cómo seguir caminando sin sentir que me falta la piel.

No sé si se puede mirar al mañana sin el ayer.

MIENTRAS TE MIRO

Anoche te observé mientras dormías,
recostada con la boca abierta,
apoyando tu mejilla en mi hombro,
dejando tus sueños a mi cargo
y tu respiración entre mis dedos.

Mirándote dormir,
me di cuenta de todo lo que te quiero.

De lo frágil que me pareces en este instante,
de lo inmenso que se ha vuelto este amor
que no necesita palabras,
cuando basta con la forma en que tu cuerpo
encuentra el mío sin pensarlo,
como si aún dormida supieras
que aquí, entre mis brazos,
siempre hay un refugio esperando.

Te quiero así,
en la comodidad de un sofá incómodo,
en la lentitud de tu respiración,
en la paz de un mundo que se queda quieto
mientras tú y yo existimos sin ruido,
sin urgencia,
sin miedo.

Y mientras te miro,
mientras acaricio despacio tu pelo y te beso,
me descubro haciendo promesas en silencio,
susurrándole al universo
que no sé cómo explicar lo que siento,
pero que 
si hay algo que quiero conservar,
si hay algo que no quiero perder,
es este instante,
es esta calma,
es esto que siento tan real
cuando en mitad de la noche
sigues buscándome,
por si me pierdo en tu cama.