de que en el último de tus deseos está mi penitencia.
Y entenderás,
que cuando cerré esa puerta porque tú me lo pediste
o me obligaste
(nunca he sabido diferenciar la línea entre una y otra)
los planetas dejaron de orbitar,
y hasta la luna, mi luna,
me abandonó tras de ti.
Quería que supieras, mi amor,
que cuando cerré esa puerta
mi vida sufrió un Big Bang de dimensiones catastróficas,
los pedazos se repartieron entre edredones y corazones
de fantasmas sin cara, como el de El viaje de Chihiro,
y las lágrimas paliaron la sed de media ciudad,
rellenando vasos de alcohol y ríos de nocturnidad.
Pero tengo que decirte, mi amor,
que tras aquel Big Bang creció una vida nueva,
y los átomos y partículas volvieron a unirse
dando lugar a una especie mejor y más fuerte de mí.
Que sigo cumpliendo la penitencia de aquel último deseo
pero ahora lo hago con besos, risas y amor
y que mi nuevo universo es rico
porque volvió la luz que apagaste, y más,
y en él los planetas bailan con mi luna
y se escriben poemas y se miran a la cara,
porque tienen caras preciosas.
Y se aman.
Se aman más que nunca
y más que nada.
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