AÚN GUARDO SILENCIOS QUE HABLAN DE TI

Aunque estoy bien y tranquila,
todos mis planetas se van recolocando
y alguien me hace feliz.

Aunque ha vuelto la luz a mi vida
y mis amigas me llevan volando de lado a lado,
aún me pone triste pensar en ti.

Todavía me pregunto por qué fuimos tan deprisa,
si fue verdad que nos quisimos tanto
y si ya te has olvidado de mí.

Y aunque ahora sonrío sin esfuerzo
y mi voz suena fuerte en la vida,
aún guardo silencios que hablan de ti.

Todavía espero que un día
el recuerdo deje de dolerme tanto
y que al pensarte me vuelvas a hacer reír.

Todavía sueño con lo que no tuvimos,
con la ternura que se apagó tan pronto
y con el deseo de que me recuerdes así.



LO QUE FUE FUEGO DE MILLONES DE SOLES

Es curioso esto del paso del tiempo,

cómo de repente la estrella que más brillaba
se reduce apenas a cenizas,
vuelve a su origen de carbono
y se le cae la careta de falsa humildad.

Tarde o temprano,
aunque haya estado recubierta de oro,
se desgasta y vuelve a su versión inicial.

Unas se dan cuenta antes y otras después
pero ella se conoce mejor que nadie. 

Lo que fue fuego de millones de soles
queda en un suspiro de luz apagada,
en una habitación vacía,
en una risa falsa que siempre ocultará
su oscuridad.

PILARÍN

Creo que fue una de las primeras mujeres de las que me enamoré (a los 3 años).

Siempre guapísima, siempre riendo. No sonriendo, riendo. 

Este hecho era algo que me fascinaba, porque si ya de por sí es un acontecimiento en cualquier persona, en su caso era alucinante. Más que nada porque tenía que ir pegada a una silla de ruedas.

Al principio podía caminar un poquito, se esforzada en ir con las muletas a todas partes, aunque luego terminara agotada. Era tan joven y tan valiente, y tan guapa y tan riente…

Otra cosa que me preguntaba mucho de pequeña era cómo podía estar una mujer tan guapa en silla de ruedas. Qué tontería. Pero me sorprendía soberanamente.

También me encantaba verla conducir con su coche adaptado, con todo en la parte de arriba. Un montón de palancas imposibles que ella manejaba alegremente.

Cuando íbamos de turismo me dejaba montarme en su silla, o me llevaba ella encima. Ambas cosas me parecían un sueño porque siempre fui una vaga caminando.

Nunca se supo qué fue lo que le pasó. Un día se despertó y no podía mover las piernas. Con veintitantos y dos niños pequeños. Un virus dijeron que era. Por descarte, obviamente.

Lo tenía todo y de un día para otro perdió parte de sí misma. Pero no fue la sonrisa, ni la actitud, ni la belleza.

Era pintora. El cuadro que preside el salón de casa de mis padres es suyo. Una réplica del “Paseo a orillas del mar” de Sorolla. Mi cuadro favorito. Gracias a ella mis padres y yo pudimos ver una exposición de Sorolla en El Prado, prácticamente a solas. Mínimas ventajas para tan dura penitencia. Nunca la vi tan feliz y nunca me pareció tan interesante. Realmente era cultísima en su campo.

De vacaciones, pudo haber viajado cómodamente yendo a hoteles que le pusieran facilidades, pero a Pedro y a los demás amigos les gustaba veranar de camping. Era una forma de que los chavales hiciéramos pandilla, estuviéramos libres y los mayores pudieran juntarse y hacer sus cosas de pandillas de mayores.

Nada le frenaba de hacer de todo, aunque las ciudades fueran terrenos hostiles llenos de trampas, que no habilitaban pasos, ni rampas, ni otras necesidades para su armadura de ruedas.

Le encantaba nadar. En la playa, iba hasta la orilla con sus muletas y luego se las dejaba a Pedro cuando ya podía estar a flote. Allí no necesitaba las piernas mucho. Podía estar lo que a mí me parecían siglos dentro del agua. Me gustaba verla así, libre.

He conocido pocas personas tan dulces como ella. Con una voz que te envolvía, pausada, casi musical. Tan cariñosa que daban ganas de abrazarla todo el rato.

No podías dejar de mirar a sus dos luceros color mar de pestañas infinitas mientras hablaba. Tenía tanta luz que solía tener la atención. Aunque no le gustaba hablar mucho, prefería escuchar.

Nunca me pareció una persona conflictiva en las conversaciones, pero reconozco que yo jugaba en la liga de los pequeños y ese aspecto lo desconozco.

Era valiente, la más valiente, pero no podría haberlo sido tanto sin su Pedro, que la acompañó siempre y la llevaba al fin del mundo si ella se lo pedía. Que la miraba con una adoración que rozaba la devoción día tras día, hora tras hora. A pesar de la prueba tan dura que les había puesto la vida, nunca le soltó la mano.

Y así disfrutamos muchos años, pero la vida a veces hace la repartición de formas tan injustas que no se pueden explicar. Y le tocó lidiar con otra lucha. Y luchó. Luchó como sólo la he visto luchar a ella. Y llegó a ver a sus hijos siendo unos hombres fantásticos, vivió sus bodas con mujeres fantásticas y conoció a sus nietos en los años que más felicidad dan.

Hoy te has ido, porque ya necesitabas descansar. Y te entendemos y te soltamos la mano. Pero que sepas que has sido una de las mujeres más impresionantes que he conocido y que conoceré nunca.

Pinta muchas galaxias ahí arriba, Pilarín, porque brillar no has dejado de hacerlo nunca.

POR ESO NO TE ESCRIBO

Qué suerte la mía de haberte conocido.

Qué suerte cruzarme contigo y que me abrieras la puerta sin pedir explicaciones,
como si siempre hubiéramos tenido pendiente un encuentro en otra vida.

Siento no haberte podido querer desde la calma
como tú merecías.

Me diste cariño del bueno,
de ese que no se compra ni se exige,
de ese que se da sin esfuerzo porque nace solo.

Fuiste mi abrigo en los días raros
y la risa en medio del ruido.

Yo no siempre supe hacerlo bien.
A veces no supe mirar, o cuidar, o frenar a tiempo.
Lo sé.
Y lo siento.
Pero nunca fue falta de amor. Nunca.

Por eso no te escribo.
Porque ya lo dijimos todo.

Mi NOMBRE SIGNiFICA LUZ

La luz es el idioma en el que me entiendo con el mundo.

Está en las cosas pequeñas que nadie señala
el polvo flotando en mitad de una habitación vacía
la rendija del amanecer que se empeña en atravesar las cortinas
el reflejo que convierte un vaso medio lleno
en un mar de cristal.

La luz me ha enseñado a esperar.

A veces entra tan fuerte que arrasa con todo,
otras aparece tarde
con la calma de quien sabe
que siempre acabará llegando.

Hay lugares donde la luz no se limita a estar
sino que dicta las reglas.

Como Formentera,
donde la claridad no se posa
si no que permanece y te invade de ella.

Te obliga a mirarla hasta que duele
y a entender que el azul es un invento pobre
cuando se compara con este mar.

En ciertos rincones al sol le cuesta llegar
como si supiera que el tiempo es distinto aquí.

El horizonte se pliega
las sombras se deshacen
y hasta el silencio brilla.

No es un paisaje
es un pacto entre la piel y la luz...
caminar sabiendo que todo lo que miras
se quedará contigo mucho tiempo después de que te vayas.

Mi nombre significa luz.

Quizás por eso voy hacia el brillo como las polillas
buscando en cada resplandor una manera distinta de quedarme.

Por eso cuando me adentro en el pozo
o me revuelvo en un agujero negro
sé que bastará una chispa
para devolverme a mí misma.

Hay personas que también son luz
que funcionan como faro
que convierten lo cotidiano en brillo
y te iluminan sólo con estar cerca de ti.

La luz es la prueba de que nada permanece igual
de que todo cambia cuando alguien decide mirar de forma diferente.

Por eso me aferro a ella
porque mientras exista
no habrá sombra que me convenza
de que la oscuridad es el final.