porque nunca llegó a conocerme.
Una manera de no decirte “desconocida”, “extraña”.
Un término para recordarte que, en realidad,
siempre estás ahí
y sueño contigo
y te miro fijamente mientras te muerdes el labio
y se me paraliza la sangre.
Y le hablo a la gente de tus gestos,
de las conversaciones que no tenemos (todavía),
de tu pelo.
Debe existir, por ejemplo, otra palabra que alcance a contener
qué camino de curvas es la distancia entre las dos,
o el último tramo juntas,
o el primer olor a café que venga de tus labios
esa conversación inexistente.
Ahora, por ejemplo, podría llamarte eclipse,
plan
futuro
compañía.
Un país que crece distinto sin ti.
Debe existir una manera de llamar a quienes no me aman
y a los que nunca lo harán.
Debe existir una manera, pero cuando un cuerpo celeste es bloqueado por otro cuerpo eclipsante es difícil de conseguirla …
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