Nunca te expliqué porqué me fui,
tampoco me lo preguntaste siquiera.
Y hoy todavía me perturba
no recordar de aquella madrugada
cómo salí de tu portal y de tu vida..
Mi mente no lo quiere recordar,
pero mi corazón me tiene grabada a sangre y fuego
apareciendo en el mío hecha lluvia.
Y que allí, en aquel umbral gélido y vacuo,
un desconocido me obsequió con todas las rosas
que tú nunca arrojaste a mis pies.
Por eso me fui,
porque en tu casa sólo habitaban
las espinas de otras flores ya marchitas
que me pinchaban a cada descuido,
y ya deberías saber lo despistada que soy.
Que me encontraste expirando libertad
y me encerraste en la primera edición de tu libro.
Y me caducaste sin salir, sin bailar y sin ti.
Sabías quién era desde el principio
pero tenías aún más claro lo que querías que fuera
y sobre todo lo que no.
Y recuerdo perfectamente que tú no eras
este esqueje ajado de ti mismo,
o al menos intentaste no serlo el tiempo
que planeabas germinar conmigo con injertos de ambos.
Pero luego te pudo la vida,
tu sobria vida,
tu puta vida.
Y es que la naturaleza de uno pesa más
que todas las flores que broten de mi jardín.
Y en tu habitat sólo hay agua y luz
para mantener vivo tu capullo.
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