Es preciosa,
me nubla la mente.
Desde los dedos de los pies hasta ese pequeño mechón dorado descolocado que, visto objetivamente,
podría considerarse un trasquilón.
Es perfecta,
no puedo dejar de mirarla.
Es perfecta para mí.
Mis pupilas son incapaces de alejarse de su cuerpo, tangible o no.
Mis ojos extasiados en ella, excepto cuando se cruzan con los suyos,
cristalinos, penetrantes, indefinidos.
Una vez la clava, nunca desvía la mirada.
Me obliga a rendirme y disimular.
Se acerca a mí y me besa diciéndome: " qué bobita eres"
Yo pienso que soy una bobita con mucha suerte,
porque desde sus dedos, hasta esa mecha dorada desubicada,
haciendo una parada obligada es sus ojos,
me pertenecen.
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