Estos años he aprendido | Irene X.

Que hay distintas flores en un mismo ramo que no tienen que llevarse bien. Que si tú me dices ven e inmediatamente lo dejo todo es porque no había nada que dejar antes. Que una ruptura es una muerte donde puedes ver al difunto burlarse de ti. Que hacerse inmune a la fragilidad es morir cada día de crudeza, hierro y sostebinilidad. Que por las grietas también se respira y hay que romperse para coger aire. Que si no te vuelven a buscar después de mandarte a la mierda, si no te enseñan a llorar lo mordido sin abandonarte del todo, nunca han estado contigo. Que es de inútiles confundir maldad con torpeza. Que yo me río a otro volumen cuando somos tú y yo. Que tú y yo somos un ejército y nosotros un peligro inminente de fractura, soportando la grieta. Que olvidar de dónde vienes es no saber a dónde ir. Que a veces las cosas no salen bien porque no les estamos abriendo del todo las puertas. Que la gente más triste es la que siempre está contenta. Que algo más triste que dar pena, es dar miedo. Que si te está matando, no puede ser amor y mucho menos el de tu vida. Que el amor no debería ser un tobogán que tras la risa te lleva al infierno. Que un “es que yo soy” así no justifica que seas así. Que a veces arreglarse para salir, habla más de repararse que de ponerse guapa. Que los equilibristas caminan a pasos cortos. Que avanzar a grandes pasos es retroceder a zancadillas. Que las historias intensas son algodones de azúcar imposibles de acabar. Que nunca fue un problema aceptar el caramelo de un desconocido y lo grave es aceptar las hostias de quien conocemos. Que lo que quería decir Antonio Vega es que la chica de ayer es la de hoy y la de mañana. Que las personas no se pierden, las personas solo se alejan o se acercan.


Y que por encima de todo hay que saber cuándo rendirse: nunca.

DOBLADAS

Lo que no se ve:

las noches en vela

las mañanas dobladas

las esperas

los vacíos

las dudas

los nervios

la impaciencia

el dolor

tus besos

la emoción

las despedidas

mi corazón. 

ESPEJISMO

Cada día que pasa sin saber de ti 

te siento más espejismo, más lejos.

Empiezo a dudar de que esto haya sido real.

Si no fuera porque cada vez que te veo me rebota el corazón

y me sale la sonrisa... 

creería que todo fue un sueño muy divertido y muy intenso.

Pero por desgracia (o suerte) te veo mucho... y en todos lados.

Y ahora te has convertido en silencio

y te has ido al cerca más lejano,

y me has dejado aquí conmigo y con este revoltijo

de sentimientos que están de rave en mi pecho.

Creo que no me enseñaron bien a gestionar la frustación de pequeña

tampoco me tocó el valor en el reparto de cualidades.

Y te garantizo que esto que estoy haciendo lo hago solo por ti

porque tú me lo has pedido

porque es lo que está bien

porque yo ya te hubiera llamado 100 veces esta semana

para contarte todas las cosas importantísimas que tengo que contarte,

como que me flipó el vídeo de Halloween

que voy a ir al concierto de Arde Bogotá

o que he descubierto un chino en Usera que te gustaría (creo).

Pero, como te decía, 

esto cada vez me parece más un espejismo que una realidad,

aunque sienta los destrozos del tsunami 

en cada hueco de mi cuerpo,

y tu agua haya inundado por completo mi cabeza

(y ya sabes lo de mi cabeza)

y todo lo demás.

MURO

 Me has desarmado. 

Ahora soy de carne y hueso

y corro peligro, peligro de ti. 

De estar esperando que me escribas

o que cuelgues algo pensando en mí.

Estoy desarmada y tienes línea directa a mis entrañas.

Mi corazón vive encogido desde que te conoció

Se encoge tan fuerte que 

a veces creo que se para cuando te veo por ahí. 

Mi cabeza no razona bien desde entonces.

He aquí la mujer asustada, su verbo indeciso, el inútil timonel

de un barco a la deriva que soy ahora, que ha encallado en esta playa

atraída, ebria, por los cantos de sirena.

He aquí la mano trémula de la insomne, 

la que trata de abarcar la vida, romper el muro, saltar la valla,

cavar el túnel que escapa horadando la tierra y sale a la luz 

si es que la luz existe.

Y por favor que haya esa luz, que exista y sea cálida.

Que ilumine al menos el final del camino,

la meta extraña, el muro, la llegada después del hambre y la sed,

el puerto donde atraquemos para parar, por fin,

que nos digan cuándo vamos a llegar,

si es que llegamos algún día

y es tal y como creíamos.