MIENTRAS TE MIRO

Anoche te observé mientras dormías,
recostada con la boca abierta,
apoyando tu mejilla en mi hombro,
dejando tus sueños a mi cargo
y tu respiración entre mis dedos.

Mirándote dormir,
me di cuenta de todo lo que te quiero.

De lo frágil que me pareces en este instante,
de lo inmenso que se ha vuelto este amor
que no necesita palabras,
cuando basta con la forma en que tu cuerpo
encuentra el mío sin pensarlo,
como si aún dormida supieras
que aquí, entre mis brazos,
siempre hay un refugio esperando.

Te quiero así,
en la comodidad de un sofá incómodo,
en la lentitud de tu respiración,
en la paz de un mundo que se queda quieto
mientras tú y yo existimos sin ruido,
sin urgencia,
sin miedo.

Y mientras te miro,
mientras acaricio despacio tu pelo y te beso,
me descubro haciendo promesas en silencio,
susurrándole al universo
que no sé cómo explicar lo que siento,
pero que 
si hay algo que quiero conservar,
si hay algo que no quiero perder,
es este instante,
es esta calma,
es esto que siento tan real
cuando en mitad de la noche
sigues buscándome,
por si me pierdo en tu cama.

LO QUE NUNCA FUE

Qué más quisiera yo que el alba trajera promesas intactas,
que el aire no oliera a invierno antes de tiempo,
que los caminos que soñé bajo la piel de otro cuerpo
no fueran sólo huellas perdidas en la niebla.

Pero la vida no entiende de pactos secretos,
no firma con tinta lo que dicta el deseo,
ni concede tregua a quien espera demasiado.

Todo se quiebra antes de volverse cierto.

Las manos que juraron sostenerme
fueron viento y nada más.

Los labios que tejieron mañanas
fueron espejismos de luz en la sombra.

Los sueños, esos viejos traidores,
se sentaron a mi mesa, me ofrecieron futuro,
y luego se fueron sin pagar la cuenta.

Qué más quisiera yo que la certeza,
que no doliera lo que nunca fue,
que no pesara el eco de lo que callamos,
que las horas no mordieran con la rabia de un adiós.

Pero aquí estoy,
mirando el vacío donde alguna vez creí haber construido una vida.

Y el tiempo, siempre el tiempo,
que arrastra lo que queda,
pero nunca devuelve lo que falta.

POZO

Las paredes de la casa

han dejado de llorarte.

Por fin se ha secado el mar

en el que he nadado tan fuerte,

durante los últimos meses

para seguir adelante.


Hoy siento por primera vez,

que de ésta no voy a ahogarme

y que puedo dejar de remar,

porque ya no hay agua en este pozo

al que quería tirarme.